10 de octubre de 2011

CAP 219 EL PANIAGUADO, LOS FARISEOS Y UN BAR QUE VUELA ALTO


CAPITULO 219 UNA VENTA CON FRENO Y MARCHA ATRÁS
Este capítulo ha sido el de los “amagos”, el de los casi o por poco. Casi Antonio vuelve al Ministerio, por poco  no venden el piso, por los pelos Merche empeora  la situación con el timador. A nada se quedó Carlos de que le destrozasen el bar  y por un segundo pareció que Paquita y Miguel habían matado al cura.

Antonio ya se había despedido de la política la temporada pasada cuando rompió su carnet de la UCD viéndose ninguneado después de haber dimitido de su cargo para proteger la Constitución (vease post Dimisión por la Constitución). El partido no supo apreciar el gesto y no se le reconoció. “De la política me voy yo” les espetó un Antonio ofendido que no quiso decírselo al presidente porque en el fondo  también sentía la misma soledad que Suárez ante la fractura del propio partido.


Pero el cartero siempre llama dos veces. Maceiras ofrece a Antonio lo que parece un buen puesto en el gobierno, alegando que le trataron mal y que debían recompensarle. Algo justo. Recordemos que Antonio además protegió el secreto de su relación homosexual con Olmedo y nunca lo usó en su contra (ver Post ¿Está Olmedo? que se ponga) . Con lo cual,  nada malo podía esperar nuestro Alcántara del DPAA o Delegado para la Producción Agropecuaria Autonómica, casi nada.  1979 se conoce como el año de las Autonomías, se firmaron el estatuto catalán y vasco y también una preautonomía en Galicia por la vía rápida y que provocó el “Café para todos” del ministro Clavero (ver referencia de elmundo.es) . También ese mismo año y como dice Antonio, el PSOE  abandonaba el marxismo recuperando a Felipe González  y se hacía más fuerte frente a la UCD.

Antonio no podía imaginar que lo que le iban a conceder era un trabajo de “paniaguado” en un despacho en los confines del Ministerio, lejos de todo y sin reconocimiento alguno. Un puesto que se lo daban como limosna, aprovechándose de su situación económica y que le humillaba. Entiendo que Antonio lo rechace y se desprenda definitivamente frente al espejo del disfraz de Suárez, a quien con  orgullo había imitado hasta límites que llaman la atención  (los gemelos, el peinado o la manera de llevar la corbata). Antonio no dejará de ponerse hecho un pincelillo, es intrínseco en él, pero su manera de decir adiós a la política ha sido observar el cómo  se quitaba, a la vez que la chaqueta y la corbata, las pocas aspiraciones que le quedaban. Un nuevo Antonio ha de surgir y por ahora será con un nuevo trabajo,  vendedor de coches.

Hay más personajes que tienen que quitarse un peso de encima. Paquita está al límite, no hace más que tomar decisiones exageradas, como ponerse a conducir de buenas a primeras para poder desconectar de la realidad de su marido, el Bistró y las niñas. “Me ahogo” le dice a Miguel, quién observa con pena, comprensión e impotencia que su mujer sienta que su vida no le llena.  Poco puede hacer, sino tratar de complacerla. En medio de todo este drama, vino un momento de lo más cómico,  un cura se les cruza en su camino. En plena discusión conduciendo, Paquita se lleva por delante al bueno de don Froilán, al que ayudan sin decirle la verdad.

Atormentado por la mala conciencia y un sueño hilarante en el que la Loba quiere atropellarle vestido de cura, Miguel no puede más y acude a confesarse. Tengo una debilidad por lo momentos  ateo/cristianos entre Miguel Alcántara y el padre Froilán o mejor dicho entre Juan Echanove y Antonio Canal. Ambos están brillantes y muy divertidos en la escena de la confesión. “Sois un par de fariseos” decía el parroco con ese tono de reproche y a la vez cariñoso.  Miguel  cabizbajo asentía y aceptaba la penitencia de hacer cocido solidario los domingos. Esta pareja siempre funciona aunque riña, aún recuerdo aquella charla que tuvieron de amigos en la que hablaban de la perdida de la fé, don Froilán cuestionaba la muerte del Papa y Miguel perdía  su confianza comunista. ¿También esa fe hijo mío? 
 
Qué buenos actores tenemos en Cuéntame. Pilar Punzano envalentona a Inés frente a sus alumnos. Ganarse la confianza de los chavales no está siendo sencillo porque estos, renegados de todo, desconfían hasta de aquellos que les quieren ayudar con las mejores intenciones. Pero Inés es sincera y les confiesa con valor  su pasado con las drogas para dejarles claro que para ella estar allí con ellos no es ningún juego. Cada uno reacciona a su manera, no dicen nada. Sólo uno de los muchachos asiente a Inés valorándole el sincero gesto. Muy bien por Pilar y buen trabajo de los jóvenes actores (Elena Tartas, Sergio Molina, Christian Casas y Marita Martín). Así me gusta ver a la mayor de los Alcántara.

Sin embargo, el pequeño no tan pequeño de la familia, aunque diga su padre que está hecho de otra pasta que la de su hermana, también va a vivir lo suyo. Carlos compagina como puede los primeros días de apertura del FlyBar y sus padres lo respetan con la preocupación lógica de los peligros que pueda encontrarse por la noche, también su hermana le advierte.

Pero Carlos parece que sabe lo que hace, está decidido y le está poniendo muchas ganas y, por ahora, con éxito.  Qué precioso abrazo le da a su padre cuando ve que le apoya en esta nueva aventura. Yo creo que Antonio ya  ha aprendido a hacer menos guerra a sus hijos. En su heredero confía,  sobre todo después de matricularse en ICADE. Ahora lo que le toca a Carlos es llevar bien su negocio, cuidar a los de la radio,   y que el público sea más compatible con las  actuaciones que escoja. Buena gresca se montó. El bar tiene que ir captando el ambiente diverso de la Movida en dónde los padres poco tenían que hacer, aunque en su caso se pasasen a dar el visto bueno.

 En definitiva, después de tanto amago, frenos y  marchas atrás, el piso se malvende a los “Pitucos” y el retorno a San Genaro es inminente. Nos quedamos como la semana anterior, con la sensación de que hay que volver a empezar, pero este capítulo de transito ha servido para desarrollar tramas importantes y poner punto y final a alguna historia porque, simplemente y como decía la canción, era lo que necesitaban.

Put the lime in the Coconut (Harry Nilson)

Nota: No os perdáis las impresiones de Ricardo Gómez en "Contando mi Cuéntame" para Punto de Encuentro Complutense. Esta semana: Quiero hablar de los atrezzistas

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