¡Qué yo ya no soy tu suegra!, qué genial sinceridad y qué bendito colocón se nos marcó Herminia. Me quito el sombrero por cómo este personaje consigue cautivarnos y arrancarnos una carcajada magnífica. Fue una alegría compartir su delirio y su buen humor. Tal vez esta felicidad fue forzada por aquellas galletas “María” pero ¡qué más da!, fue la reina de la noche tronchándose con el discurso del Rey, “¡mira Franco!”, haciendo reír a sus nietos, “¡ay mi Carlitos!", preocupando a su hija, “saca la bota Mercedes que me voy a emborrachar”, o pintando los colores a su querido yerno, “¡menudo sin vergüenza estás hecho!, ¡si parece que nunca has roto un plato!”. Todos pensaban que desvariaba cuando decía escuchar a la cabra.
María Galiana nos metió a todos en su bolsillo con maestría, es una magnífica costurera, que sabe con naturalidad hilar la comedia y el drama y dar agudas puntadas. "Eso, eso, que te tienen mucho que perdonar". Fantástica. Nos hizo bien este contrapunto delirante para digerir lo que quizás haya sido la Nochebuena más surrealista, amarga y más forzada de los Alcántara. Herminia, en definitiva, pulió con mucho arte un capítulo incómodo en todos los sentidos. La familia se echa mucho de menos pero parece que no hay arreglo a la vista y en plena Noche de Paz se armó la marimorena.
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