No me gusta esperarme mucho de las cosas. No me gusta por el
chasco que suele traer la decepción, pero anoche iba con las expectativas muy
en alza y por más que intentaba relativizar el momento, no podía. Motivos
tengo, desde que Juan Echanove anunció que iba a volver a las tablas bajo la
dirección de Calixto Bieito me frotaba las manos pensando que el espectáculo,
la novedad e incluso la profundidad iban a estar asegurados. No me equivoqué y superó el instinto. Bieito
tiene una manera de entender el teatro que me fascina, es oscuro, vanguardista,
rompe esquemas, aunque yo diría mejor que los pone en un nuevo y sugerente orden. Me revuelve. Este director ha encontrado en
Juan la herramienta perfecta para poner
voz y vida a su visión inspiradora. Lo mismo ocurrió en la Plataforma de Houellebecq, un
auténtico y complejo salto al vacío de
nuevo con un personaje al
límite y peligrosamente infeliz.