12 de diciembre de 2010

CAP 202 (II parte) DE CRETINO A RIDÍCULO

CAPITULO 202 (segunda parte) Carlos tiró su fusil
Yo no concibo a Antonio sin su imprenta, me cuesta, lo veo jubilado y pasándose por allí a rumiar alguna orden, por eso me alarma estas intenciones de venta, pero la salida de Curro dificulta que la gestionen. El decorado (las máquinas son reales y funcionan) y el ambiente de “Alcántara Rotopress” es de las cosas que mas me gustan del atrezzo de Antonio, por eso agradecí mucho una trama centrada en Curro, interpretado por José Antonio Gallego.

Troski es un personaje honrado, bueno, fiel a Antonio, muy trabajador, sin dobleces y ahora también emprendedor. Siempre me ha gustado tenerle cerca de nuestro Alcántara.  Antonio se entera de mala manera,  gracias al espía de Pepe, que Curro está montando su propia imprenta. Nada reprochable si  recordamos que Antonio hizo lo mismo con don Pablo en su momento, montó la suya con Desi, Cervan... y más tarde se embarcó en una cooperativa. Curro es un buen trabajador y estos años en el negocio le han dado la experiencia suficiente y el derecho a dar un paso más.

Pero Antonio se dispara y juzga. Critica, ofende y no escucha a su trabajador más valioso. En este capítulo desde luego Antonio se luce con su soberbia. No confía en Curro, cree que él era el responsable de la rotura de la pieza de la Offset. Mas tarde cuando ve que no es así, mira la foto de este y de su familia en el despacho y recula: le pide honestamente disculpas. Curro no ha querido nunca perjudicarle. El empleado da una lección al jefe y queda por encima. Antonio se lo merece y aunque Curro le hace el favor de quedarse y no dejarle colgado hasta que solucione todo, las disculpas no son suficientes. Algo queda roto entre los dos, Troski se siente herido y ofendido. No es fácil pedir perdón y eso honra a Antonio, pero a veces el daño que se hace por muchas disculpas que se den, puede quedar ahí. Me ha gustado mucho la intervención de Gallego estos años, son personajes que hacen falta para hacer aterrizar a Antonio. El campechano de Pepe también ayuda en estos lares.

YO DECIDO

Alcántara en este capítulo saca su peor faceta, la más egoísta, orgullosa, y cavernícola. Con Merche se porta muy mal y ella procura ante Ochotorena no dejarle en evidencia. Ella demuestra un enorme talento y carisma durante el debate de las Jornadas de la Condición Femenina. Las reivindicaciones del Frente Democrático de la Mujer dificultaban el consenso para la elaboración de la constitución. Más moderada y consciente del momento delicado que se estaba viviendo en la Transición, Mercedes pide que se ceda para poder asentar las bases democráticas y más adelante poder cimentarlas con criterio. No significaba que las reivindicaciones estuviesen mal, pero en aquella época era tiempo de remar y no estancarse. La otra ponente la llama  ingenua y ella replica con clase con un “llámale ingenuidad, yo le llamo esperanza” a lo que el público responde con un contundente aplauso.

 

Antonio alaba a su mujer pero cuando ve que Ochotorena le ofrece comenzar en política, la calla, habla por ella y no la deja decidir. No es la primera vez que se siente amenazado por su talento, sabe que si acepta lo haría muy bien, algo egoísta y cromañon dentro de él no quiere que eso pase. La discusión con Curro le hace pensar y ve que todo el mundo tiene derecho a prosperar y su Milano no iba a ser menos. Aparte de que no soportaba tenerla cabreada, cuando se enfada…sus silencios e indiferencia son demoledores para Antonio: "Cretino” le dice con contundencia. Más tarde  llega la reconciliación y tampoco sale como Antonio espera. Le dice permisivo que hable con Ochotorena  y Merche, muy digna, le confiesa que ya lo ha hecho sin su consentimiento. La actitud de no dejarse amedrentar es admirable: ella piensa, ella valora, ella decide, y a Antonio no le queda otra que quedarse totalmente “ a sus órdenes”. No le convenció la oferta a la Milano y probablemente pensó en su familia. Terminan achuchándose y haciendo las paces muy simpáticos y como ellos solo saben, coqueteando, mirándose a los ojos y con el Antonio más zalamero e irresistible: “¿me cambias cretino por ridículo?”, “bueno, pero un ridículo muy guapo”.

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